miércoles, 18 de junio de 2014

Reflexionemos sobre ciertos conceptos...

Extremismo.
Bueno, si habré escuchado esa palabra en mi vida... Miles de veces. Me hizo sentir mal durante mucho tiempo, aunque las personas que lo hayan dicho ni se percataban del malestar que sentía cuando me decían: "tené cuidado, no te vayas a los extremos, hay posturas extremistas que te van a llevar indudablemente al extremismo..."

CHAN
CHAN
CHAAAAAN

Yo disimulaba como podía, asintiendo la cabeza, escuchando el torbellino que se desataba en mi mente, una mente que ya estaba cansada de que siempre la llamasen extremista.
Soy plenamente consciente de que era un reflejo de una parte de mí que no lograba aceptar la natural evolución de mi ser. Pero cada vez que me lo decían, literalmente sentía una puñalada en el estómago, el órgano que quizás se llevaba la peor parte de esta acusación.
Durante mucho tiempo intenté explicarle a mi estómago sobre esto, que no le iba a pasar nada si me hacía la gauchada de digerir algún que otro quesito, como para no andar rechazando las comidas en todas las casas a las que iba, que no se cierre cual caja hermética cuando veía algo con huevo, y menos que menos que empiece a mandar bilis para arriba si accidentalmente veía un pedazo de carne cruda.
Mis intestinos protestaban, asimilaban lentamente, hacían huelga muchas veces, y yo seguía, queriendo derrocar esa imagen de extremista que yo misma había diseñado, pintado y sellado en mí.
Me tomó muchísimo tiempo apuntar el error en aquél que me llamaba extremista, sin darme cuenta de que yo misma me estaba llamando extremista. Yo creía que era extremista, víctima de mi personalidad, y atraía situaciones para sentirme víctima y culpable al mismo tiempo de mi extremismo. Se formó como un patrón, una necesidad. Inconscientemente estaba dejando un hueco en mí, un hueco que sólo la culpabilidad podía llenar. Ya no era mi vida, ni mis decisiones. Estaba encerrándome en una prisión y pedía que alguien me libere, que me diese la llave para poder salir. Costó mucho para darme cuenta de que esa llave la tenía yo. 

Un día algo o alguien dentro de mí me preguntó:
"Para vos, Leila, ¿cuál es la definición de extremismo?"
Me confundí. "La misma definición que la de todos, la única que existe."
"Las definiciones son simplemente conceptos creados por la mente. Son ilusiones que hacen ver al todo como algo separado. Cada uno tiene su propio concepto y su propia ilusión de la separación. Ahora te vuelvo a preguntar, para vos, ¿qué es ser extremista?"
"Y... yo considero a una persona como extremista cuando no sigue a su corazón."
"¿Sentís que estás siguiendo a tu corazón?"
"Sí, o al menos eso intento todos los días."
"Ya está. Lo tenés. Todas las personas tienen un concepto distinto sobre el bien y el mal y sólo pueden juzgarte a partir de lo que ellos creen que está bien o mal, en cuanto a sus propias vivencias y lo que aprendieron de ellas. Obviamente no fueron tus mismas vivencias, así que tu concepto sobre el bien y el mal es totalmente distinto al de ellos. Ningún concepto es mejor que otro. Simplemente viví la vida que quieras vivir. Es tuya."

Qué alivio. En serio. A partir de ese momento empecé a reflexionar sobre lo que ocurrió, aprendí de mi misma, busqué en lo más profundo de mi ser y encontré a una niña que sentía que nunca iba a ser aceptada por completo, hiciese lo que hiciese. ¿Aceptada por los demás? no, eso era lo que yo creía. Al creer que los DEMÁS nunca me iban a aceptar estaba tirándole el problema a ellos. No me estaba haciendo cargo de mi propia sombra. Ahí entendí que esa niña no estaba siendo aceptada por mí, y al no ser aceptada por mí, no era aceptada por los demás, el otro era simplemente un reflejo de lo que sucedía en mi interior.

Cuando acepté esa parte de mí, poco a poco las situaciones no deseadas comenzaron a desaparecer. Pude expresarme mejor, hablar con el corazón, tomar mis propias decisiones y comprender que, soy un ser humano, y como todo ser humano tengo mis errores y defectos, y los acepto y los amo. Los acepto porque son una parte mía que si no la tuviese no estaría aprendiendo tantas cosas hoy en día. Los amo porque son perfectos y me ayudan a crecer. Hoy como lo que mi cuerpo pide, y no lo que los demás me piden, porque comprendí que las decisiones que tomo las tomo con consciencia y con buena intención. Las tomo porque creo que es lo mejor para mi vida y porque son una parte de mí. Y que hoy este hablando de algo así, tan personal en un blog, es algo que nunca imaginé. Aunque quizás nadie me lea, siento que tengo cosas para decir y quiero comunicarlas de alguna forma. Lo comunico de buena fe y con ganas de que todos aprendamos de todos y seamos felices. Vos que me estás leyendo, no te olvides nunca de eso: sé feliz. Hacé las cosas disfrutándolas. No sirve de nada perder tu tiempo haciendo cosas que no disfrutás. Porque la vida está para vivirla como uno quiere, y es tuya y podés crearla a tu antojo. Podés crear tu mundo, un mundo donde la violencia, el maltrato y la desigualdad no existen.
Mucha gente me dice que gasto tiempo en el veganismo porque nunca voy a poder cambiar al mundo. Y sí, no voy a poder cambiar al mundo yo sola. Pero mi mundo va a cambiar y con él mi percepción sobre el mundo va a cambiar. Un honor tener compañeros como ustedes en este planeta.

Un abrazo muy grande y mucha pero mucha vibra positiva.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario